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HABITAT

Sierra Norte de Oaxaca

Un paseo por las nubes

Por Ivett Rangel

Custodiada durante siglos por sus habitantes, la biodiversidad de la Sierra Norte de Oaxaca es un deleite para los sentidos, una verdadera carta de amor del planeta.

Hay viajes de todo tipo: los que maravillan por el desarrollo humano, los que llevan a soñar con el futuro o los que son un lujo por su belleza incomparable. Pasear por las comunidades de la Sierra Norte de Oaxaca, además de todo lo anterior, es una travesía para el alma.

Desde hace siglos, los pueblos originarios de la región, la mayoría de ascendencia zapoteca, se dieron cuenta de la gran riqueza natural que está a su cargo y decidieron conservarla para el mundo, pero también compartirla con responsabilidad. Esta decisión se ha convertido en uno de los mejores ejemplos de desarrollo turístico sustentable: aquí no solo podrás venir hoy, sino que podrás regresar a lo largo de los años y demostrar tu amor por una de las zonas más bellas del planeta.

Su vegetación de altura, las formas caprichosas de sus montes, el susurro de las especies que le dan vida al bosque de alta montaña y la calidez de la gente oaxaqueña te están esperando. 

Entre el valle y el bosque

A la Sierra Norte de Oaxaca, también conocida como Sierra Juárez, se llega fácilmente desde la capital del estado: un trayecto de apenas dos horas, el cual está adornado por paisajes naturales que susurran historias, muchas de ellas sobre las personas que los habitan.

Tan pronto se dejan atrás los Valles Centrales y se comienza a subir la serranía, la temperatura refresca y todo se tiñe de verde. No hay duda: se ha llegado a destino. El primer paso es acudir a los centros etnoturísticos comunitarios, donde guías especializados explican qué sí y qué no se puede hacer en la zona. También hay que considerar que lo más disfrutable en este viaje son las largas caminatas por senderos flanqueados por pinos y encinos, entre otras especies maderables, a las que se debe tratar con respeto y cuidado.

Esta temporada de calor, la Sierra Norte de Oaxaca es un refugio fresco rodeado por bosques cuidados por las comunidades locales. Crédito: Shutterstock.

Por el bien de todos

Son ocho los pueblos mancomunados que fungen como celosos guardianes de este pedazo de paraíso: Cuajimoloyas, Llano Grande, Lachatao, Latuvi, Amatlán, Yavesía, Benito Juárez y La Nevería. Aunque la mayoría son de población zapoteca, también hay chinantecos y mixes.

Aquí hay que saber solo dos cosas: todo es de todos y, por eso, hay que cuidarlo. El agua, la madera, los paisajes… Nadie los tiene en exclusiva y todos los pueblos que forman la mancomunidad obtienen beneficios de su explotación racional. Esa es una de las claves del éxito de la región.

Cuajimoloyas es una de las localidades más cercanas a la capital oaxaqueña, pero cualquier otro punto también es bueno para comenzar este recorrido. De hecho, desde la localidad de Yavesía se puede acceder a dos de los miradores mejor ubicados de la región: Piedra Ventana y Piedra Larga, desde los cuales es posible observar la riqueza natural de la región a ojo de águila. Uno de los más recientes es el mirador Cuachirindoo, cerca de Ixtlán de Juárez, donde los viajeros “flotan” en sus fotografías gracias a la pasarela de cristal que se eleva a más de 200 metros de altura.

Al rayar el día, sobran las palabras: la abrumadora canción con que la naturaleza recibe es lo único que se necesita escuchar. También las leyendas y narraciones que la gente del lugar suele contar hacen que cualquiera se transporte a un tiempo en el que todo era cuidado para el gozo de todos.

Sabores compartidos

Este pedacito de la Sierra Madre huele a madera y agua que nace de un torrente manso, pero que kilómetros adelante se convierte en el caudaloso Papaloapan, y que hace que la gastronomía sea vasta.

Las caminatas, sin duda, abren el apetito. Lo tradicional aquí es el tasajo grueso y el sabroso champurrado, hecho con el mejor chocolate local, para iniciar el día con energía. Ya en la tarde, cuando las fuerzas menguan, un caldo de res hecho con legumbres de la región ayuda a restablecer el cuerpo y el alma.

La alegría de compartir es la clave en los pueblos de la región, donde los días de fiesta se come una especie de mole llamado chichilo, de gusto poquito picante y con un amargor sabroso, que baña las piezas del guajolote más delicioso que puedes probar.

En los bosques de la Sierra Norte de Oaxaca puedes pasear entre las nubes al amanecer, hacer caminatas en familia y probar la exquisita cocina rural. Crédito: Shutterstock.

La riqueza biocultural de la Sierra Norte también se viste y se cultiva. Por eso, antes de volver a la capital de Oaxaca, hay que hacer una visita al Santuario del Gusano de Seda, en San Pedro Cajonos, donde se puede atestiguar cómo se ha adaptado esta especie a la región y llevarse puesto uno de los más coloridos rebozos en los que la maestría artesanal oaxaqueña se pone de manifiesto.

Decía el escritor Víctor Hugo que las mejores páginas que se escriben en el alma son aquellas que nos remiten a los caminos que hemos andado. Y un viaje por la Sierra Norte de Oaxaca se quedará plasmado para la eternidad. 

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