Crédito: Diego Berruecos.
Cuando platico sobre las zonas vinícolas de México, me gusta citar una frase que Natalia Badán no duda en recordarnos cada vez que habla de Valle de Guadalupe, su hogar: “No queremos ser la Disneylandia del vino”. Esta mujer, productora de la bodega Mogor Badan y defensora de la vocación agrícola en la Baja, hace eco a la importancia de vivir este valle “de verdad”, es decir, haciendo real enoturismo. En sintonía con esa filosofía, les contaré un poco sobre este destino.
Valle de Guadalupe está situado al noroeste de México en una región mediterránea de veranos secos interminables y lluvias en invierno, rodeada de desiertos y mar. Esta cercanía con la costa lo hace propicio para sembrar olivares y vides, de ahí que, a inicios del siglo xx, algunos emigrantes europeos reconocieran en el valle las condiciones idóneas para esos cultivos que culturalmente los definían.
Antes de ellos, otros emigrantes y misioneros habían inaugurado en el valle esta vocación agrícola poco reconocida hasta el establecimiento de la primera vinícola en 1888, bodega Santo Tomás. Poco a poco se comenzó a mirar a los viñedos con otros ojos. A través del trabajo de hombres y mujeres como Natalia Badan y su hermano Antonio, Hans Backhoff, de Monte Xanic, o Hugo D’Acosta, por mencionar algunos, se creó el valle vitivinícola por excelencia en México.
Desafortunadamente, en los últimos diez años se ha perdido más del 25% de la tierra agrícola a consecuencia de intereses inmobiliarios y de otras índoles que no favorecen a la región. En este panorama, el enoturismo consciente es una gran aportación. Si planeas ir al valle, no dudes en conocer estos proyectos pioneros o con conceptos sostenibles dignos de visitar.
Un refugio completo. Los campos, la bodega y la propuesta culinaria de Bruma son una forma de mostrar que el vino es, ante todo, un oficio agrícola fuertemente ligado al ecosistema. Crédito: Diego Berruecos.
Esthela Bueno, en su comedor Doña Esthela, es uno de los ejemplos del impacto que un proyecto gastronómico puede tener en el. Décadas atrás quedaron sus pininos vendiendo burritos para convertirse en parada obligada gracias a su huevo con machaca, sus gorditas rellenas de chicharrón y el borrego tatemado que en 2015 le significaron ganar el reconocimiento al Mejor Desayuno del Mundo, por FoodieHub.
Otra opción a manera de brunch es Bruma Wine Garden. Inmerso en las instalaciones de esta vinícola y bajo la dirección de los chefs David Castro Hussong y Maribel Aldaco, es un verdadero remanso entre viñedos y olivos, donde de un horno de leña salen espectaculares pizzas como las de setas, birria, papada de cerdo y otra de camarón con pulpo. Este comedor al aire libre también es famoso por sus conchas, vinos de poca intervención y mixología.
@lacocinade_esthela_oficial
@brumawinegarden
Encuentro de penínsulas. En Datoni, un lugar imperdible en Ensenada, el chef Petracca recrea las referencias culinarias de Italia con productos de la península de Baja California. Crédito: Cortesía Datoni.
Un intermedio enológico es perfecto en Mogor Badan. Por generaciones, la familia Badan ha sido clave para el vino nacional, gracias al apasionamiento de Antonio (fallecido en 2008) y de Natalia, dos hermanos que apostaron por la agricultura regenerativa. Desde el lanzamiento, en 1994, de su primera botella, los Badán siguen defendiendo la vocación del valle desde la bodega que está junto a un huerto orgánico, donde producen vegetales y miel de abeja.
No muy lejos de ahí se localiza Vena Cava, de Phil y Eileen Gregory, dos personajes pioneros, el primero en la experimentación de procesos enológicos y ella en el desarrollo de uno de los primeros hoteles boutique de la zona, La Villa del Valle. Desde 2002, lo que era su casa de descanso es uno de los viñedos y bodegas que no usa pesticidas ni fertilizantes sintéticos, es decir, son un viñedo orgánico que crea vinos naturales, ancestrales, ámbar y de diversas fermentaciones en barrica.
@mogor.badan
@venacavavinos
Uno de los proyectos que defienden la vocación agrícola y vinícola del Valle de Guadalupe es Mogor Badan, cuyas etiquetas se ubican entre las mejores de México. Crédito: Cortesía Mogor Badan.
Aquí la lista es larga, pero si eres nuevo en la zona, Laja es un referente que abrió en 2001 bajo la dirección del chef Jair Téllez y Andrés Blanco. Fue el primer restaurante con huerto, cuando la cocina de producto y creativa no eran moda. Hoy esta tradición la continúa el cocinero Jesús Saldívar; su pollito orgánico con mantequilla de miso y chícharos del huerto y una tagliatelle hecha en casa con boloñesa de pancita serán los más ricos que probarás.
Los restaurantes dentro de viñedos son otro parámetro para poder seleccionar opciones congruentes con la vocación del valle, y Lunario es un gran ejemplo. Éste se encuentra inmerso en La Lomita, una bodega pionera liderada por Fernando Pérez Castro, que logra un círculo virtuoso al usar los productos que crecen en los huertos que cuida en La Carrodilla, su otra bodega, y que la cocinera Sheyla Alvarado usa para las diversas versiones de sus menús degustación, que lucen recetas memorables como el chile relleno de carnitas de pato o la enmolada de lechón en caja china.
@laja.restaurante
@lunario.restaurante
Visita Valle de Guadalupe, uno de los destinos más populares en el mundo enológico.
Ya sea que te hospedes en Valle de Guadalupe o en las múltiples opciones de Ensenada, sí o sí debes comer como local. Aquí van dos longevos consentidos de los ensenadenses. Uno es la carreta de mariscos El Gordito, abierta desde 1967, una verdadera institución entre la comida callejera marina. Su especialidad es el coctel de almeja, camarón y pulpo, aunque su cebiche de pescado no tiene comparación. La dirección es avenida Ryerson 44.
Cerca de ahí está Datoni, otro imperdible para los locales. Se trata de un restaurante italiano que, con productos de la Baja, pone sobre la mesa las referencias gustativas del chef Anthony Petracca, quien se luce preparando un delicioso vitello tonnato, el risotto con crema de ajo y bottarga o el filete de lubina rayada con frisée y toronja. Mención especial merecen sus gin tonics, los mejores de la ciudad.
@datoniensenada
Durante tu viaje puedes hospedarte en Valle de Guadalupe o en las múltiples opciones en las playas de Ensenada. Crédito: Shutterstock.
Cuando vas a Valle de Guadalupe tienes dos opciones: hospedarte en los diversos viñedos o ejidos del área, o bien hacerlo en Ensenada, con el mar por delante. Una recomendación es La Villa del Valle, casona pionera en el concepto de hoteles boutique, en la cual se nota la mano de Eileen Gregory en todos los detalles de los seis hermosos cuartos que la componen. Forma parte de la bodega Vena Cava y el espacio gastronómico llamado Troika, donde cocinan usando los productos orgánicos que crecen en sus huertos.
En Ensenada se encuentra el Hotel Lucerna. Nacido en Mexicali hace más de 50 años gracias a la familia Kabande, hoy tiene locaciones en Baja California, Ciudad Juárez y Culiacán. Su última apertura fue en 2018, precisamente en el puerto ensenadense, y ofrece todas las comodidades y amenidades de hotel de cadena. “El Lucerna” es famoso por la creación del Clamato preparado que, dicen, sucedió en 1964 en su bar cachanilla El Acueducto.
@hotel_lavilladelvalle
@lucerna_ensenada
Si viajas a Valle de Guadalupe déjate guiar por el deseo de aprender acerca del real enoturismo. Creditos: Shutterstock
Un bonus al estar por la zona es dirigirse a La Grulla, valle enclavado en la Sierra de San Pedro Mártir, que no está repleto de olivares y vides, pero sí de pinos, encinos y juníperos, y que es hogar del borrego cimarrón y del venado cola blanca.
Si bien Valle de Guadalupe es uno de los destinos más populares en el mundo enológico, Ojos Negros, Santo Tomás y San Vicente también son perfectos para los viajeros de corazón. Si decides visitarlos, busca que tu brújula sea siempre el enoturismo consciente.