Muchos barrios encantadores de la Ciudad de México pueden conocerse a través de sus mercados, donde la cultura se dinamiza cada temporada. Crédito: Shutterstock.
Los tianguis y mercados de la Ciudad de México son más que centros de comercio donde los chilangos se surten de lo básico. En ellos ocurren intercambios que enriquecen y modelan la cultura y la vida cotidiana. Para que te des una idea de su importancia, la Secretaría de Desarrollo Económico de la capital tiene en su lista ¡329 mercados públicos! Algunos especializados y otros tradicionales, también son punto de encuentro entre expresiones locales y visitantes.
El tiempo es muy valioso cuando viajas, por eso te presentamos algunos mercados que además de ser interesantes por su oferta de productos, te permitirán sentir la vibra de los barrios donde se encuentran. ¡Alista tu bolsa de compras! Y no olvides hacer espacio en tu maleta.
En los mercados de la capital mexicana hay de todo, desde cocinas tradicionales donde se preparan guisos muy elaborados e ingredientes gourmet, hasta puestos de frituras. Crédito: Shutterstock.
Nostálgicos, amantes de las antigüedades y los objetos de colección, este es su lugar feliz. Ubicado al noroeste del Centro Histórico, el barrio de La Lagunilla debe su nombre a la pequeña laguna que se formaba en esta zona cuando la ciudad aún era una isla del lago de Texcoco. A mediados del siglo XX, el antiguo tianguis dominical se consolidó como un espacio donde los comerciantes podían vender artículos de segunda mano y un sinfín de chácharas.
Repartido entre las calles de Comonfort, Allende y González Bocanegra, este mercado es un muestrario de muebles antiguos, objetos decorativos que van de las lámparas hasta las pinturas, libros, discos de vinilo, mucha ropa vintage y hasta juguetes. Recorrer sus puestos es un viaje a la cotidianidad y también a las fantasías de los chilangos del siglo pasado, a través de objetos que aún dan para muchas vidas, fabricados con materiales que van del latón a la baquelita, la madera fina, la cristalería y los brocados.
No faltan los antojos para acompañar el recorrido, desde las infaltables garnachas (tacos, quesadillas, sopes, tlacoyos), pasando por las aguas, las chelas preparadas, los pulques, el café, las baguettes y los postres.
Nostálgicos, curiosos y coleccionistas de tesoros, en el mercado de La Lagunilla está su paraíso vintage. Crédito: Diego Berruecos.
Esta zona ha sido un centro de producción agrícola y florícola desde la época prehispánica gracias a que sus habitantes idearon el sistema de chinampas, islas artificiales que expanden la zona de cultivo de flores y alimentos aprovechando el rico sustrato del lago. El Mercado de Flores de Xochimilco se desarrolló a mediados del siglo XX para concentrar la venta de flores en un solo lugar, facilitando el acceso de compradores y la distribución de los productos. Hay varios puntos y mercados para comprar plantas en Xochimilco, como Cuemanco, San Luis Tlaxialtemalco y Madreselva. Encontrarás helechos, suculentas, cactus, orquídeas, hierbas para cocina y herbolaria, plantas para jardín y muchas especies nativas y de temporada como el cempasúchil, la nochebuena o la dalia.
Muchos solo vienen a comprar plantas o a pasear por los canales, pero Xochimilco es una ciudad en sí misma, con 14 pueblos y 17 barrios originarios, cada uno con su parroquia y sus callejones, sus mercados y sus fiestas patronales.
Desde el picante de la guayaba hasta el dulce de la leche, los dulces mexicanos ofrecen un viaje gastronómico a través de los sabores y tradiciones del país.
Hace siglo y medio, cuando la ciudad era diez veces más pequeña, San Ángel se encontraba en las afueras de la urbe y era un pequeño poblado de huertas regadas por los arroyos que bajaban desde las montañas del poniente. Aquí se edificó el convento de El Carmen, desde el cual salían a evangelizar, a pie y a través de un largo camino empedrado que se adentraba en el bosque, los monjes carmelitas.
Durante el siglo XIX, la burguesía capitalina comenzó a construir hermosas quintas y casonas de fin de semana. Cada sábado, los tranvías partían desde el Centro Histórico trayendo a las familias que buscaban hacer un día de campo en las huertas y cerca del río. A pesar del crecimiento de la ciudad, la tradición de ir a San Ángel los sábados se ha conservado.
En la década de 1960, en el corazón del barrio, la Plaza San Jacinto, un grupo de artistas y artesanos locales comenzó a reunirse para vender sus obras. Y desde entonces se hizo costumbre. Además de pinturas y esculturas de artistas emergentes, en los alrededores de la plaza hay un bazar y tiendas que ofrecen textiles, joyería, cerámicas, libros, antigüedades y objetos venidos de regiones como Oaxaca, Chiapas, Puebla o Michoacán, conocidos por sus tradiciones artesanales.
La recomendación es hacer un recorrido guiado por el barrio para conocer sus casonas, historias y leyendas, pero también para regalarse pausas en sus cafés, sus puestos y sus restaurantes.
El barro que cobra vida: platos, tazas y jarrones que reflejan la pasión y la dedicación de los artesanos mexicanos.
Crédito: Shutterstock.
En la frontera entre el Centro Histórico y la colonia Juárez se encuentra un conjunto arquitectónico llamado La Ciudadela. Su núcleo es un edificio del siglo XVIII que ha tenido varios usos, como cuartel militar y biblioteca. Del otro lado de la plaza está el mercado de artesanías del mismo nombre, inaugurado a fines de la década de 1960.
Ubicado en la calle Balderas, cuenta con cientos de puestos distribuidos en pasillos donde vibran los colores y las texturas: rebozos y bordados de Oaxaca, cerámicas de Puebla y Jalisco, plata de Taxco, cuadros y piezas en chaquira de la cultura wixárika, cestería michoacana, talabartería e incluso juguetes tradicionales de madera y hojalata.
En los puestos del mercado de La Ciudadela vibran los colores y las texturas de las diversas tradiciones artesanales de México. Crédito: Shutterstock.
A pocas cuadras de ahí se encuentra el hoy turístico Mercado de San Juan. En la época prehispánica esta zona era conocida como Moyotlán, uno de los cuatro grandes barrios de la antigua Tenochtitlan. Tras la Conquista, se construyeron edificios coloniales y el mercado, tal como lo conocemos, fue fundado en el siglo XIX en donde se encontraba un tianguis.
La estructura actual del inmueble data de 1955, y su nombre lo toma de la cercana iglesia de San Juan Bautista. Este mercado es conocido por su oferta de productos gourmet, muchos de ellos exóticos o difíciles de encontrar en otros mercados. Carnes de canguro, cocodrilo, león, jabalí o avestruz; insectos comestibles, mariscos, pescados, quesos, embutidos, frutas o verduras de otras regiones del mundo y hasta foie gras, caviar o trufas. Un punto de referencia tanto para cocineros como para aficionados de la gastronomía.
Este mercado se disfruta mucho más al amanecer, cuando llegan los camiones cargados de flores, follajes y plantas desde las zonas rurales cercanas a la capital para surtir los puestos. La construcción actual data de mediados del siglo XX, pero en tiempos de la Gran Tenochtitlan, esta era una zona lacustre con chinampas que servían para la agricultura y canales navegables. Con el tiempo se fueron desecando, pero el sitio conservó su vocación como punto de intercambio para quienes llegan con productos cultivados en la zona de Xochimilco, los viveros de Villa Guerrero en el Estado de México, Morelos y hasta los campos del Bajío.
Aquí los ojos se dan un festín de texturas, colores y aromas con los arreglos florales que van de lo sutil a lo fantástico. También hay follajes, ramas, floreros, canastas, herramientas y todo lo relacionado con la florería, además de muchos comestibles frescos. La ruta del antojo es vasta, perfecta para desayunar o almorzar: jugosos taquitos de carnitas y barbacoa, quesadillas y gorditas, pozoles, tamales, aguas frescas… Si quieres recorrerlo a profundidad, conocer las historias y probar las delicias de sus puestos, la agencia Context Travel tiene un recorrido magnífico para grupos.
Jamaica, Xochimilco o San Juan, no importa cuál mercado elijas para comenzar a explorar la capital mexicana, siempre vas a encontrar antojos para acompañarte. Crédito: Shutterstock.
Comer, pasear, llenarse los sentidos de texturas y colores, escuchar los pregones, la música y las conversaciones de los vecinos del barrio… Conocer la capital mexicana a través de sus mercados es una forma de acercarse a una de las expresiones más vibrantes y auténticas de su cultura.