Crédito: Cortesía Lo Sereno/Leandro Bulzzano.
A bordo del Tren Maya se puede recorrer la península de Yucatán a placer y parar en algunas de las ciudades mayas más hermosas, lugares que cuentan el origen de esta cultura ancestral cuyos conocimientos se mantienen vivos hasta la actualidad.
Apuesta por una experiencia arqueológica por el sureste mexicano a bordo de vagones inspirados en los colores y las texturas de esta cultura, y en la majestuosidad y elegancia del jaguar, animal endémico de la región. Una aventura sobre rieles a la que todos están invitados.
En el estado de Quintana Roo se localiza una zona arqueológica privilegiada por su ubicación geográfica: Tulum, con la más envidiable vista al mar Caribe.
Se cree que esta ciudad recibía el nombre de Zamá (“amanecer”, en maya) y que Tulum (“muralla”) es más reciente en alusión a la que aquí se conserva y que delimita el conjunto principal por sus lados norte, sur y oeste.
Aquí, El Castillo sobresale por su tamaño y la singular fachada de su templo superior con tres accesos ornamentados con columnas y mascarones zoomorfos. La fecha más temprana documentada data del 564 d.C.
La antigua ciudad de Zamá, hoy Tulum, fue un puerto maya entre los siglos XIII y XVI, de ahí su envidiable vista a la costa caribeña. Crédito: Shutterstock.
Al llegar a Yucatán, sobran ciudades mayas para elegir, pero esta vez la ruta alcanza para visitar Ek’ Balam, entre las ciudades de Tizimín y Valladolid, donde se dice que se encuentra uno de los accesos al inframundo.
Se camina entre templos, altares y un juego de pelota hasta que la Acrópolis se presenta imponente con sus 32 metros de altura. Vale la pena ascender los 115 escalones para admirar el paisaje entero y su fachada teratomorfa de estuco con molduras, única en la región. Además, una de las estructuras internas sirvió de tumba para Ukit Kan Le’t Tok, el primer rey de esta ciudad y al se le atribuye la construcción de la mayor parte de la zona.
Y para qué eludir el sitio arqueológico en el que todos quieren estar: Chichén Itzá. El Castillo o pirámide de Kukulcán es una de las siete Maravillas del Mundo dentro de una zona que ostenta el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988, por lo que es un imán de viajeros.
A lo largo de sus casi mil años de historia, diversos pueblos marcaron su impronta, especialmente mayas y toltecas, que dejaron inscrita su visión del mundo y el universo en sus muros.
A bordo del Tren Maya podrás recorrer la península de Yucatán y conocer algunas de las ciudades mayas más hermosas de la antigüedad. Crédito: Shutterstock.
En Campeche destaca Edzná por el Edificio de los Cinco Pisos, la Casa Grande y el Templo de los Mascarones, con figuras de su dios con atributos propios de la élite: estrabismo, mutilación dental y tocados zoomorfos.
Aunque en ruinas, las casas muestran el delicado trabajo en estuco realizado por los artesanos de la región, el trazado de sus calles e, incluso, un ingenioso sistema hidráulico que impedía las inundaciones y permitía recabar agua para el estiaje. Aquí se va de sorpresa en sorpresa.
En Chiapas se encuentra una de las ciudades más poderosas del Clásico maya: Palenque, la cual, además, fue sede de una de las dinastías más notables y a la que perteneció el rey K’inich Janaab Pakal.
En 1952, bajo el Templo de las Inscripciones se encontró su tumba, considerada la más importante hallada en Mesoamérica, y dejó dos legados inconfundibles al mundo: la máscara de jade y la lápida que le cubría.
Y recibió el nombre de las inscripciones por los jeroglíficos, una de las primeras manifestaciones de escritura con un alfabeto logosilábico, y por sus sistemas calendáricos, uno cíclico y otro lineal.
Palenque también es ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, aunque desde 1987.
Esta ruta arqueológica es una oportunidad para reconocer los aportes en astronomía, aritmética y arquitectura milenaria, y también para descubrir las costumbres y tradiciones del pueblo heredero de todo este conocimiento. A pesar de la Conquista, hay una relación con la naturaleza y con lo divino que se aprende de escuchar las voces de las comunidades que habitan en la selva y por los distintos sacbés o caminos sagrados.