Con el calor en la piel también llegan la sed y el antojo. Y qué mejor que iniciar la Ruta de Cantinas en el centro histórico. No hay que esperar a que caiga la noche, pues en Guadalajara se puede comenzar con las visitas desde el mediodía, ya que a esa hora abre La Fuente (Pino Suárez 79). Esta cantina, la más emblemática de la Perla Tapatía y con más de un siglo de historia, se distingue por una bicicleta colgada en la parte superior de la barra que se volvió su ícono. Cuenta la leyenda que un cliente la olvidó y desde hace 70 años esperan que regrese por ella.

A unas cuantas calles se ubica la otra Fuente de Oro (Prisciliano Sánchez 164), un espacio arrabalero montado en el patio de lo que solía ser un convento y en el que sorprenden por igual clientes vestidos de pachuco que una imagen de la Virgen de Guadalupe entre cartones de cerveza. 

Y también está La Maestranza (Maestranza 179), una cantina surgida hace más de siete décadas, aunque su nueva versión apenas tiene unos cuantos años. Un lugar para disfrutar de carne seca o guacamole como botana y de una “copa de nada” en medio de la parafernalia de la fiesta brava. 

Tras degustar los sabores más tradicionales de la capital, como carne en su jugo, birria o tortas ahogadas, hay que cerrar el día con un plan artístico en el Teatro Degollado, donde las interpretaciones de la Orquesta Filarmónica de Jalisco son dignas de este preciosísimo inmueble de estilo neoclásico. En el interior destaca el mural del “Canto Cuarto de la Divina Comedia”, de Dante Alighieri. En mayo se celebrarán aquí los 200 años del estreno de la Novena Sinfonía de Ludwig Van Beethoven con un rico programa que puede consultarse en el sitio web festivaldemayo.org.