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La fama mundial de Chihuahua se debe, en buena medida, a la Sierra Tarahumara y las Barrancas del Cobre, dos joyas de biodiversidad y cultura rarámuri. Sus paisajes invitan a realizar caminatas y paseos a caballo y a practicar deportes extremos y observación de aves. Pero también hacen que cruzar la Sierra Madre Occidental en el Chepe, el famoso tren de pasajeros en México, sea un anhelo para los viajeros del mundo, quienes quedan cautivados por los Pueblos Mágicos de Batopilas y Creel.
A través de su inigualable arquitectura, las calles de Creel cuentan historias de su comunidad, portadora de tradiciones y colores vibrantes que enriquecen la esencia cultural de este encantador pueblo mexicano.
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En Chihuahua también se puede descubrir el legado de las civilizaciones originarias del norte en el tercer Pueblo Mágico del estado, Casas Grandes, unido a la zona arqueológica de Paquimé. En este sitio Patrimonio de la Humanidad se encuentran las milenarias construcciones de adobe, así como un didáctico museo de sitio. Chihuahua también es testimonio vivo de la Revolución mexicana y visitar la capital permite disfrutar museos y espacios donde ocurrieron momentos clave de esta contienda.
En estos tres Pueblos Mágicos, propios y extraños quedan sorprendidos luego de probar la excelente calidad y sabor de la carne chihuahuense, así como los quesos, las manzanas, las tortillas y el chile pasado, sin olvidar el vino, el sotol y el tesgüino. ¿Estás listo para descubrirlos?
Este singular paisaje rocoso es famoso por sus formaciones geológicas que se asemejan a ranas gigantes. Una joya natural para explorar y maravillarte con la naturaleza.
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Ahí donde el agua ha hecho surco, en la profundidad de un cañón y en el corazón mismo de la Sierra Tarahumara, se encuentra Batopilas. Con casonas coloridas que datan del esplendor minero del siglo xviii, este Pueblo Mágico es una suerte de oasis serrano.
Batopilas, que significa “río encajonado” en lengua rarámuri, es un sorprendente poblado que cuenta con su propio microclima, el cual ha dado vida a fauna endémica y cultivos que se pensarían exóticos para Chihuahua. Visitarlo es todavía una hazaña para viajeros atrevidos. Se puede llegar en el Chepe hasta las estaciones de Bahuichivo o Creel, y desde ahí acceder en coche o en autobús. Desde Bahuichivo, la carretera será más escarpada, llena de curvas y absolutamente panorámica.
De su rico pasado minero y colonial quedan vestigios como el templo de la Virgen del Carmen, las ruinas de la hacienda San Miguel y algunas otras casonas como la Barffuson, que conserva mobiliario de la época. Sin embargo, el encanto principal de Batopilas radica en ser un pueblo que parece surgir de la nada detrás de las más espectaculares y verdes laderas. Una visita obligada es el mirador de la Bufa, desde el cual se puede apreciar la imponente dimensión de la barranca y el río Batopilas.
Chile con queso, frijoles maneados, sopa de papa con queso, nueces de sabor y tamaño sorprendentes… No dudes en recobrar fuerzas con estas delicias después de hacer alguna de sus famosas rutas para senderismo o bicicleta de montaña. Eso sí, no debes perderte el tesgüino, la bebida ceremonial rarámuri hecha a partir de la fermentación del maíz.
En una de las cañadas más profundas de la Sierra Madre Occidental se encuentra este antiguo pueblo minero, con su propio microclima y arroyos que conducen a cascadas y cañones.
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Los valles que circundan el Pueblo Mágico de Creel son una especie de museo natural de enormes rocas esculpidas por los vientos, las aguas y el paso del tiempo. Miles de piedras colocadas una sobre otra en un equilibrio exacto y misterioso que les da forma similar a ciertos animales, humanos y hasta hongos.
Creel ofrece paisajes nevados en algunos días invernales y pintorescas vistas todo el año. Rodeado de coníferas y encinos, los valles de las Ranas, los Monjes y los Hongos son ideales para recorrer rutas a pie o contratar algún paseo a caballo. Además pueden visitarse las misiones jesuitas de Cusárare y San Ignacio, que sirven para comprender el sincretismo y profunda espiritualidad de los rarámuris, también conocidos como tarahumaras.
Las misiones jesuitas ya son parte de la historia de los rarámuris. La de San Ignacio está cerca del Pueblo Mágico de Creel y conecta con paisajes como el Valle de los Monjes y el lago Arareko.
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Los alojamientos y hoteles de Creel, con chimeneas y estructuras de madera, hacen que el descanso en esta localidad sea acogedor después de un día de actividad en la naturaleza. Para cenar, recomendamos una pizza y una cerveza en alguno de sus restaurantes estilo diner, o bien un tamal (el de manzana es delicioso) y un champurrado en los puestos callejeros de la pequeña plaza central.
Los transeúntes de Creel son muestra de la diversidad cultural entre mestizos y rarámuris. Los mostradores de las tiendas también lo son, y puedes comprar algunas artesanías o bien suvenires occidentalizados como llaveros, camisetas y gorras. Esta mezcla es parte de su magia y por ello este pueblo, con toques de lejano oeste, es considerado la puerta de entrada a la Sierra Tarahumara.
También puedes pasar el día en el bosque que rodea el lago de Arareko, hacer ahí una carne asada y tener un paseo a bordo de una lancha de remos. A sólo unos minutos de Creel, este cuerpo acuático está rodeado por las formaciones rocosas distintivas de la zona. En conjunto con sus coníferas, la neblina del alba y los reflejos del agua regalan emotivas vistas que sirven de marco para enamorados, yoguis, avistadores de aves y fanáticos de subir fotos a las redes sociales. ¡No dejes de darte una escapada!
El teleférico del Parque de Aventuras Barrancas del Cobre ofrece un recorrido de 3 km para apreciar el paisaje boscoso de la sierra.
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Para quienes están acostumbrados a los sitios arqueológicos de pirámides y juegos de pelota, propios de las culturas mexica y maya, Paquimé, en el desierto chihuahuense y dentro del Pueblo Mágico de Casas Grandes, resulta un asentamiento distinto e interesante. De hecho, es el más grande descubierto hasta ahora y el de mayor relevancia para las culturas ancestrales del desierto.
Se desconoce la filiación étnica exacta de Paquimé, cuyo significado es “lugar de casas grandes” (de ahí el nombre del pueblo), pero los especialistas ubican el inicio de esta cultura hace aproximadamente 3,000 años. El máximo esplendor del sitio fue entre los años 1205 y 1260 d.C. Desde 1998, este lugar es considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y definitivamente vale la pena adentrarse en él.
A pocos pasos de los vestigios antiguos está ubicado el Museo de las Culturas del Norte, que aglutina más de 2,000 piezas encontradas en la zona arqueológica y otros sitios de la región, y que durante décadas habían estado desperdigadas. Este centro cultural, obra del arquitecto Mario Schjetnan, posee un diseño inspirado en el montículo ceremonial del propio Paquimé. Es un espacio digno de ser apreciado por su intención paisajística de integrarse al entorno desértico.
Muchos de los objetos exhibidos son ollas de finísima manufactura con representaciones del sol, la luna, la flora, el agua, guacamayas y muchas figuras geométricas. Y si te parecen hermosas, no dejes pasar la oportunidad de visitar el poblado alfarero de Mata Ortiz (a 29 km de Paquimé y Casas Grandes) y hacerte de una de las piezas de cerámica que actualmente se elaboran recuperando la tradición original.
Si viajas en el famoso tren Chihuahua-Pacífico, podrás bajar en Creel y Bahuichivo para conocer sus mágicos alrededores.
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Antes o después de tu viaje por el estado grande, aprovecha tu estancia en la capital de Chihuahua y visita el Museo Histórico de la Revolución, situado en la que fuera casa de Pancho Villa y Luz Corral. Conoce el Palacio de Gobierno, que además es un relevante sitio histórico por ser donde Miguel Hidalgo fue fusilado en 1811. Sus murales, de Aarón Piña, son un recorrido por la historia de Chihuahua. Para cerrar este viaje mágico, reserva tu cena en un moderno restaurante del Distrito 1.