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“¿Por qué quieres viajar a Acapulco?”, me preguntaron familia y amigos cuando les conté que quería pasar un fin de semana largo en este puerto del Pacífico, arrasado por el huracán Otis en octubre pasado. “Por amor, por solidaridad”, respondí.
Este destino resguarda algunos de mis mejores recuerdos: mi primer viaje al mar, las varias escapadas con mi madre, tías y primas durante mi infancia, con amigos en tiempos escolares y con colegas para varias coberturas periodísticas, mi babymoon, un par de bodas inolvidables y los muchos cumpleaños que sirvieron de pretexto para regresar una y otra vez.
Hace mucho que perdí la cuenta de cuántas veces he viajado a Acapulco porque, para quienes habitamos en la Ciudad de México, este destino no solo se siente cerca, sino que ya es parte de nosotros.
Y así, con un par de maletas, emprendí en familia un nuevo viaje a Acapulco con la misma emoción de siempre, aunque también con algunas precauciones extra, como calzado anfibio para caminar por la playa y una botella de repelente para mosquitos.
En cuanto puse un pie en el puerto me dirigí a Las Brisas, el primer hotel que reabrió en el destino en diciembre pasado.
Visita el fuerte de San Diego y viaja al pasado virreinal de Acapulco, cuando los piratas asediaban sus costas y las embarcaciones cargadas de riquezas llegaban de Asia. Crédito: Shutterstock.
Apenas habían pasado 50 días del paso del huracán Otis y los empleados del hotel recibieron a sus primeros huéspedes con música de mariachi, la mano en el corazón a manera de agradecimiento y la emoción a flor de piel reflejada en ojos acuosos y sonrisas francas.
“(Luego de Otis) aprendimos a valorar lo bonito de la vida y eso se logra en lugares como Acapulco, donde estamos rodeados de naturaleza y de gente con un enorme corazón”, expresó conmovido Ricardo Suárez, gerente general de Las Brisas Acapulco. “Ya no queremos hablar del árbol seco o caído, tenemos muchos árboles verdes de los cuales hablar. Acapulco está de pie”.
De entonces a la fecha han reabierto otros hospedajes pilares en Acapulco, como el Emporio, en la Costera Miguel Alemán, y Palacio y Pierre Mundo Imperial en la zona Riviera Diamante. Los últimos días de febrero había 7,500 habitaciones disponibles, repartidas en 167 hoteles del destino, de acuerdo con la Secretaría de Turismo de Guerrero.
En febrero también regresaron a Expo Mundo Imperial eventos como el Abierto Mexicano de Tenis y los congresos nacionales de AMMVEPE y de Cardiólogos, y en marzo, el encuentro internacional del Colegio de Cirujanos Dentistas.
Para este mes de abril se han previsto el Tianguis Turístico, la Convención Nacional Bancaria y los congresos del Colegio Nacional de Médicos Militares y de Neuropsicofarmacología de México. Y contando…
Acapulco ha sido uno de los puertos más importantes del continente; en su paisaje persisten pasado y presente, así como la huella de habitantes legendarios. Crédito: Shutterstock.
Hay que resistir al hechizo que la suite La Roqueta de Las Brisas impone a sus huéspedes. Desde ahí, la vista sobre la Bahía de Santa Lucía es incomparable, especialmente al atardecer. Tener una alberca climatizada privada y una terraza con comedor, camastros y hasta una cama queen size invita a permanecer ahí día y noche.
Sin embargo, decidí, junto con la familia, salir a disfrutar de la playa en Puerto Marqués y comprobar lo que me habían contado algunos habitantes: que el agua del mar estaba más transparente que nunca y con una temperatura envidiable. Y sí, era tal como lo dijeron.
La gente va regresando poco a poco a Acapulco, por lo que el tráfico marítimo es mínimo y hay calma en el mar. Incluso, a principios de este año se avistaron algunas ballenas dentro de la bahía, tal como había sucedido durante la pandemia.
Hay que admirar el espectáculo que osados clavadistas realizan en La Quebrada desde hace ¡90 años!, y que le da un sello único a Acapulco en el mundo. Crédito: Shutterstock.
En estas fechas ya se puede disfrutar de la bahía reservando un tour guiado de paddle board o kayak alrededor de El Morro, o uno de esnórquel o buceo alrededor de la isla de La Roqueta que, por ahora, ofrece playas casi exclusivas. Otras opciones entrañables de Acapulco en pleno funcionamiento son la cena al atardecer a bordo del yate Fiesta y Bonanza o el paseo en lancha por las lagunas de Coyuca o Tres Palos, los más hermosos rincones naturales en Acapulco.
La laguna de Tres Palos es tres veces más grande que la bahía de Santa Lucía (o sea, la de Acapulco) y es el hogar de muchas especies de flora y fauna. Se recorren canales bordeados de manglares hasta un jardín acuático, lleno de nenúfares, mientras que patos buzos y garzas blancas salen al paso. En estos parajes es fácil relajarse y olvidarse de la rutina con la inmensa belleza alrededor.
El hotel Las Brisas, que ya abrió sus puertas a los viajeros, está unido a los años dorados de Acapulco y comprometido con el nuevo presente del puerto. Crédito: Cortesía Las Brisas.
También se puede visitar el Fuerte de San Diego, un monumento de traza española construido en el siglo XVII para proteger al puerto de los ataques y los saqueos de los piratas y que, desde 1986, alberga al Museo Histórico de Acapulco conformado por trece salas de exhibición.
Para aprovechar el paseo por el Acapulco tradicional, muy cerca del fuerte se encuentra la Casa de la Máscara, un recinto en el que se exhiben más de mil máscaras, entre decorativas y de uso de danzantes, provenientes de las siete regiones de Guerrero y de otros estados, como Puebla, Michoacán y Morelos. También hay algunas piezas extranjeras.
Y de paso, hay que admirar una vez más el espectáculo que osados clavadistas realizan en La Quebrada desde hace ¡90 años!, y que le da un sello único a Acapulco en el mundo. Los gestos y gritos de sorpresa aquí son permanentes cada vez que un hombre se lanza desde este acantilado de 35 metros de altura, pues el peligro radica en que el clavadista debe calcular el momento en que el oleaje haga que el nivel del mar sea más alto, de lo contrario, sería una muerte segura pues se impactaría contra las rocas del fondo, situadas a menos de cuatro metros de profundidad cuando no hay olas.
Las playas clásicas de Acapulco, unidas a los recuerdos de los viajeros, están renaciendo poco a poco con un encanto renovado. Crédito: Shutterstock.
Otra buena noticia es que el Jardín Botánico de Acapulco está de regreso. Luego de tres meses de arduo trabajo para limpiar y liberar los senderos, de levantar y rescatar muchos árboles y de permitir que la propia naturaleza expresara su capacidad de resiliencia, este rincón presume nuevamente de verdor y frescor. “Es el momento de renacer”, rezaba la invitación al concierto de oboe y cuerdas con el que reabrió el jardín a principios de marzo.
“A Acapulco se viene a vivir grandes momentos… Todos tenemos que ayudar a que esto siga sucediendo, los que vivimos aquí y viajamos para acá”, expresa al viento Isabel, una chilanga que viajó a Acapulco para limpiar su ahora destrozado departamento de descanso en Riviera Diamante.
Isabel decidió tomarse un día libre en el club de playa La Concha, desde donde admira nostálgica el horizonte, e insiste: “Este es uno de los lugares más hermosos del mundo y no podemos dejar que se pierda, que se olvide”.
Acapulco vive del turismo, de ahí la importancia de agendar una nueva travesía a este lugar donde uno ha amado la vida, como reza la canción, pero, sobre todo, para seguir haciéndolo una y otra vez.
Como dijo el secretario de Turismo, Miguel Torruco: “Es un enorme reto, pero lo lograremos, vamos a salir adelante. Acapulco va a renacer más fuerte que nunca, como el destino internacional que tantas satisfacciones nos ha dado a todos”. Este mensaje formó parte de una transmisión en vivo que duró más de 40 horas –¡y obtuvo un récord Guinness!– con el objetivo de promover varios destinos de México y, sobre todo, promover el puerto de Acapulco.
Las playas y el mar conservan su belleza, el renacimiento de Acapulco ha comenzado. Crédito: Shutterstock.
Ya reverdecieron árboles y palmeras, los letreros de “ya abrimos” dan muestra de que cada día hay más hoteles, restaurantes y atracciones turísticas esperando a los visitantes. Las playas y el mar conservan su belleza primigenia. Aún falta mucho por hacer, pero el renacimiento ha comenzado y los viajeros podemos ser parte de él. Solo hay que decidirse.