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Crédito: Shutterstock.

El MUNDO MÁGICO

La magia de

Michoacán en tres paradas

Por Diana Olvera Dander

Se dice que Michoacán es el alma de México. Y con razón, ya que es un estado donde convergen distintas etapas históricas, una gastronomía tradicional llena de vitalidad, naturaleza sin igual y el sorprendente arte de los purépechas.

Para descubrir la cultura, gastronomía, arquitectura y riqueza artesanal de Michoacán, primero hay que volar a Morelia, la capital del estado, que se alza como un testimonio vivo del pasado virreinal y, a la vez, crece con una sofisticada agenda cultural. Después, lánzate a descubrir los encantos de Pátzcuaro y conoce su magia, que ocurre no solo en noviembre, durante Día de Muertos, sino todo el año. Finalmente, Tzintzuntzan te espera para admirar sus artesanías y su zona arqueológica.

Morelia: epicentro cultural

La capital michoacana, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un referente cultural en México. Su riqueza incluye desde festivales internacionales de cine, música y gastronomía hasta exposiciones de arte contemporáneo. El centro de esta ciudad permite conocerlo a pie. Comienza por la Catedral de cantera rosa, sigue hacia el Museo del Dulce para agarrar energía con unas morelianas o unos chongos zamoranos, y continúa hacia la calzada San Diego para tomar una foto cerca de sus árboles y las antiguas casas veraniegas. 

El Centro Cultural Clavijero y el Teatro Morelos son joyas arquitectónicas, pero también recintos con una extensa oferta de eventos y exposiciones. Vale la pena revisar su agenda; puede ser que durante tu viaje haya exposiciones y espectáculos. 

Aunque hay muchas delicias en Michoacán, podemos recomendar dos restaurantes para conocer un poco de los sabores del estado. El primero es La Conspiración de 1809 (laconspiracionde1809.com), ubicado en la hermosa y restaurada Casa Michelena. No te vayas sin probar su sopa tarasca y sus corundas con queso Cotija. La segunda es Lu Cocina Michoacana (IG @lucocinamichoacana), cuya carta de influencia purépecha integra nuevas técnicas y sabores locales que cambian según la temporada. Degusta alguna de sus truchas arcoíris, ya sea en coco, hoja santa y pulque, o simplemente al limón. 

La llamada Casa de los Once Patios, antiguo convento de las monjas dominicas de Santa Catalina, es hoy un centro dedicado al arte popular michoacano. Crédito: Shutterstock. 

Pátzcuaro: arquitectura con alma

A solo una hora de Morelia, Pátzcuaro es un Pueblo Mágico donde la arquitectura colonial cuenta historias centenarias. La plaza Vasco de Quiroga, rodeada de edificios que combinan cantera, adobe y techos de teja roja, es un punto de encuentro para locales y visitantes. El templo del Sagrario y la basílica de Nuestra Señora de la Salud son ejemplos sublimes del sincretismo entre la herencia purépecha y la influencia española.

La magia de Pátzcuaro también está en sus detalles: las ventanas vestidas con plantas y macetas, grandes portales que dan paso a talleres de artesanos y los callejones que conducen a otros rincones secretos. En los últimos años se han realizado grandes esfuerzos por rescatar su belleza, restaurar sus fachadas y conservar su tradición oral, pues al menos un 10% de la población michoacana habla la lengua indígena purépecha.

No pierdas la oportunidad de visitar la Casa de los Once Patios, así como otros talleres donde encontrarás hermosas piezas de laca y maque, alfarería, además de artesanía en madera, cestería y hierro forjado. En sus mercados podrás comer atole de guayaba, deliciosas carnitas y uchepos, tamales hechos con elote tierno.

Tzintzuntzan: manos que hacen arte

Esta fue la ciudad más importante del imperio purépecha durante la época prehispánica, y su nombre significa “lugar de colibríes”. La zona arqueológica de Las Yácatas tiene cinco basamentos circulares donde se realizaban importantes ceremonias y rituales. A la llegada de los españoles, prácticamente a un lado de las Yácatas se construyeron grandes conjuntos religiosos, como el exconvento de Santa Ana y la iglesia de San Francisco de Asís. 

Un personaje importante en esta región fue el fraile Vasco de Quiroga, quien protegió a los indígenas a través de los pueblos-hospitales, permitiéndoles conservar su lengua y cultivar oficios artesanales. Por eso, el arte se vive en cada esquina. 

En Tzintzuntzan y en toda la ribera del lago de Pátzcuaro se hacen tejidos en tule o chuspata: desde un simple tortillero hasta hermosas cómodas, lámparas y tapetes. También se trabajan el barro vidriado y el barro natural, para hacer cántaros y vajillas únicas. La madera se talla para crear máscaras y muebles. El arte textil tiene impresionantes telares con diseños geométricos de muchos colores y bordados con detalladas escenas de la vida del pueblo. Lo mismo ocurre con la alfarería, que cuenta historias en cada pieza. Todas estas expresiones son una muestra de la creatividad que surge de las hábiles manos que las trabajan, de su conexión con su entorno y su historia. 

La plaza central de Pátzcuaro es una de las más grandes y hermosas de México, con portales, fuentes, casonas y árboles que datan de la época virreinal. Crédito: Shutterstock. 

Morelia, Pátzcuaro y Tzintzuntzan son solo tres paradas en un estado inmenso llamado Michoacán. La historia, sabores y tradiciones purépechas se entremezclan con la influencia colonial y la vida de hoy. Después de este viaje, querrás volver una y otra vez para revisitar estos rincones y conocer otros sitios, como sus playas y santuarios. 

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